Mujer distinguida



jueves, 13 de diciembre de 2012

Una rosa es una rosa es una rosa

"Una rosa es una rosa es una rosa"
Se cree que esta frase de Gertrude Stein, de inspiración cubista —estilo que nació en el salón literario de Gertrude y Alice—, se refiere seguramente a Alice B. Toklas, su compañera durante casi cuarenta años. 
¿Se inspirarían Mecano en esta frase para su canción? 

En la foto, tomada del archivo del museo de arte de Baltimore, Gertrude está sentada junto a las hermanas Cone, las grandes coleccionistas de Baltimore. Fue Gertrude quién les presentó a Matisse, Picasso...comenzando así su colección de arte.
Esta foto está tomada el 26 de junio de 1903, en Fiessole, Italia, dónde vivía Leo,  hermano de Gertrude. Faltaban aún cuatro años para que Gertrude conociese a Alice, el 8 de septiembre de 1907. Desde ese momento la relación con las hermanas Claribel y Etta fue enfriándose.

Hoy, jueves, almorzamos con Carmen. No me gusta nada quedar entre semana para celebrar cualquier cosa porque no puedes relajarte y beber a gusto sabiendo que al día siguiente tienes que madrugar para ir a trabajar. La gente no tiene ese problema, la gente no bebe ergo la gente no se divierte. 

Estoy fascinado con Gertrude, las hermanas Cone, Alice....le he dicho a Rubén que me regale para reyes el Libro de Cocina de Alice B. Toklas.

martes, 11 de diciembre de 2012

LaTitas

Olvidé anotar que ayer recibimos nuestras latas de conserva de Lisboa. 
Se las encargamos a Victoria y nos las ha traído encantada. Disfrutaron muchísimo de su estancia y mucho más en el apartamento de María en la Baixa, vienen alucinadas. 
También nos comentaron que el mejor restaurante en el que estuvieron fue el Sea Me, otra recomendación nuestra.

Y otra maravilla que nos llegó a casa fue nuestra nueva cocotte de Le Creuset, ¡nervioso pensando en qué preparar!

La Tangerina

Acabo de desayunar con Sofía, un placer. 
Me comenta que se van a Tánger unos días y me ha recomendado el hotel en el que se alojan siempre, La Tangerina.
He estado echando un vistazo a través de internet y me parece precioso.


Qué ganas de ir a una ciudad como Tánger....qué ganas de ir a Marruecos; tan cerca y nunca he puesto un pie en el país. Rubén si ha estado varias veces, de rallye con su padre.
Tánger fue una de las capitales del mundo y creo que, poco a poco, está volviendo a recuperar protagonismo: Barbara Hutton, Truman Capote, Paul Bowles (que llegó a Tánger por primera vez por consejo de Gertrude Stein, que había veraneado allí con Alibe B. Toklas en 1931), Tennessee Williams, Sebaaaastiaaaan; el matrimonio Saint Laurent-Bergé...Felipe González y su García Vaquero....en fin, que me llama la ciudad. 
Me decía también Sofía que desde allí cogen un tren para ir de excursión a la vecina Assilah o a Marrakech cuando el monte Atlas está nevado ¿se puede ser más decadente en tus formas, más colonial? un mini grand tour marroquí. Adoro a la gente que es capaz de disfrutar de estas cosas....como ella misma se define, Sofía es una coleccionista de paisajes y una disfrutona de las pequeñas cosas.

Victoria nos trajo las latas de conserva de la Conserveira de Lisboa y ya probamos una de ellas para el almuerzo de ayer: bacalao con ajo. Exquisito. El bacalao parecía confitado y estaba en su punto de sal.

También ayer me llegó al trabajo nuestra nueva cocotte de Le Creuset, redonda, alta, de 26 cm y en color cereza. Una preciosidad. Ahora estoy nervioso porque no he decidido aún con qué estrenarla.



jueves, 29 de noviembre de 2012

De colchones, María y la Conserveira de Lisboa

Érase una vez un príncipe que quería casarse, pero tenía que ser con una princesa de verdad. De modo que dio la vuelta al mundo para encontrar una que lo fuera; pero aunque en todas partes encontró no pocas princesas, que lo fueran de verdad era imposible de saber, porque siempre había algo en ellas que no terminaba de convencerle. Así es que regresó muy desconsolado, por su gran deseo de casarse con una princesa auténtica.

Una noche estalló una tempestad horrible, con rayos y truenos y lluvia a cántaros; era una noche, en verdad, espantosa. De pronto golpearon a la puerta del castillo, y el viejo rey fue a abrir.

Afuera había una princesa. Pero, Dios mío, ¡qué aspecto presentaba con la lluvia y el mal tiempo! El agua le goteaba del pelo y de las ropas, le corría por la punta de los zapatos y le salía por el tacón y, sin embargo, decía que era una princesa auténtica.

«Bueno, eso ya lo veremos», pensó la vieja reina. Y sin decir palabra, fue a la alcoba, apartó toda la ropa de la cama y puso un guisante en el fondo. Después cogió veinte colchones y los puso sobre el guisante, y además colocó veinte edredones sobre los colchones.

La que decía ser princesa dormiría allí aquella noche.
A la mañana siguiente le preguntaron qué tal había dormido.

-¡Oh, terriblemente mal! -dijo la princesa-. Apenas si he pegado ojo en toda la noche. ¡Sabe Dios lo que habría en la cama! He dormido sobre algo tan duro que tengo todo el cuerpo lleno de magulladuras. ¡Ha sido horrible!
Así pudieron ver que era una princesa de verdad, porque a través de veinte colchones y de veinte edredones había notado el guisante. Sólo una auténtica princesa podía haber tenido una piel tan delicada.
El príncipe la tomó por esposa, porque ahora pudo estar seguro de que se casaba con una princesa auténtica, y el guisante entró a formar parte de las joyas de la corona, donde todavía puede verse, a no ser que alguien se lo haya comido.
¡Como veréis, éste sí que fue un auténtico cuento! 

Ayer contacté con María para preguntarle por Helena, la chica que le cose los cubre colchones de sus camas. 
Los pocos días que pasamos en su casa dormimos estupendamente, sobre todo yo, porque a R. le da igual ocho que ochenta. 
Los datos de Helena

Helena Lavores
Rua Alcamim 46
Elvas 7350-074 Portugal
Tel. 00351268621175
 
Estos días hemos tenido muy presente en nuestro recuerdo, aún más, a Lisboa. Victoria va a pasar este puente de la Inmaculada en la ciudad junto a su hermana Carina, y unas amigas. Naturalmente, le hablamos de María y su magnífica casa aunque ya debemos de hablar de casas, se ha convertido en multipropietaria, porque se ha quedado con una docena apartamentos más, éstos en La Baixa. Nosotros nos alojamos en su casa del barrio de Gracia, con ella y con su perra Lola. Su casa es maravillosa y seguro que Victoria acaba encantada, no hay otro sitio en la ciudad para ella más que ese. Si volvemos probaremos entonces los apartamentos, quizá nos permitan un poco más de intimidad.
Lo bueno es que van a estar muy cerquita de uno de los negocios que más gusto nos dio la ciudad, nunca mejor dicho: Conserveira de Lisboa , ya le hemos encargado a Victoria unas laTitas, veintiocho, somos absolutos, cuando algo nos gusta, nos gusta mucho.

 

  

martes, 27 de noviembre de 2012

Cerámica de Iznik

A finales del siglo XV, la ciudad de Iznik, la antigua Nicea, situada al nordeste de Turquía, se convirtió en el centro cerámico turco por excelencia dedicado a la producción de servicios de mesa de lujo y de azulejos para la ornamentación de palacios, mezquitas y mausoleos. 

Naturalista y exuberante
No fue hasta los años 1520-1566, coincidiendo con el sultanato de Solimán el Magnífico, que sus alfareros empezaron a desarrollar su propia personalidad cultivando una ornamentación naturalista exuberante, cuyo cromatismo fue enriqueciéndose a medida que transcurrían las décadas.
A partir de 1570, la cerámica de Iznik se comercializó con éxito en el mercado europeo y marcó tendencias entre las producciones de Padua y Venecia (Italia) y de Nevers (Francia). La riqueza cromática de las vajillas otomanas despertó el interés de familias pudientes de Italia, Francia, Alemania, Austria e Inglaterra, que encargaron sus servicios de mesa a los alfareros turcos.

Llegan los tulipanes
Paralelamente a la cerámica de Iznik, el botánico Charles de l’Écluse (Clusius) recibió de Estambul los primeros bulbos de tulipanes, que plantó en el jardín imperial de Viena y en el jardín botánico de Leiden, creando en Europa la tulipomanía, es decir, la moda de su coleccionismo de diferentes especies y colores, que a su vez provocó la primera burbuja económica registrada en la historia.
Retratar las flores de los jardines botánicos se puso de moda, tal y como se puede apreciar en la pintura de naturalezas muertas del Siglo de Oro español y también en la cerámica europea. De hecho, las producciones cerámicas de Barcelona de finales del siglo XVII y del XVIII, decoradas con jarrones y cestos de flores, recuerdan a las naturalezas muertas florales de los pintores flamencos y españoles.

Alejandro

Alejandro está en Sevilla.
Llegó anoche y tiene un bigote precioso.
No lo conocemos personalmente y tampoco sé si llegaremos a vernos, ojalá, nos cae muy bien y tiene un gusto exquisito además de una inteligencia rápida. Es culto, simpático y muy ingenioso y se le adivina buen fondo ¡y encima es arquitecto! R. y yo tenemos una predilección extraña por los arquitectos, nos fascinan.
Qué ganas de llevarlo al ConTenedor a tomar arroz con pato.
Le celebraba su bigote a través de Whatsapp y me responde que es un homenaje a movember: Cada año, durante el mes de noviembre, Movember pide a los hombres de todo el mundo que se dejen crecer el bigote con el objetivo de recaudar fondos y aumentar la concienciación sobre la salud del hombre. Los ‘bigotes Movember’ crecieron por primera vez en Australia en 2003 y, desde entonces, Movember y sus mensajes sobre la salud del hombre se han extendido por todo el mundo. Fíjate.
Yo, el año que viene, customizo el mío.

We are living in a heartbreak hotel

Cuando hablé anoche con mamá me comentaba, fastidiada, que no supo cómo impedir que la vecina del sexto_ la de la hija funcionaria de prisiones y una hermana bollera_ bajase a casa para estar un rato con ella, a las diez y media de la noche....yo no digo que la mujer no lo haga con la mejor de sus intenciones pero ni son horas ni es plan y menos conociendo un poco a mamá y muchísimo menos aún para leerte el "Pronto" con ella.

La tita está fatal, muriendo. La eutanasia acabará imponiéndose, no podemos llamarnos humanos y permitir que la gente "viva" como lo ha estado haciendo ella estos últimos años. Espero que muera pronto, serena y sin dolor y reconfortada con el recuerdo de un momento en el que fue feliz. Qué ejemplo el de Esperanza.

We are living in a heartbreak hotel.....For your eyes only



Nuevas palabras que me definen:
El Corte Inglés: "Es ligeramente más rancio, pero rancio como la casa de una tía hermana de tu madre en la que te apetece estar todo el rato."


lunes, 26 de noviembre de 2012

Bordallo Pinheiro

A ver si algún día visitamos esta fábrica.
Cada vez me gustan más estas horteradas.

loza


viernes, 23 de noviembre de 2012

Popy Blasco

Adoro a Popy Blasco

For your eyes only

Papá murió este verano. El 31 de agosto.
Mamá sigue tristísima y yo me hundo al verla así.
Rubén y yo nos encargamos del papeleo....cuánto inútil. Lo echo mucho de menos, fue feliz ¿? creo que sí.




miércoles, 10 de octubre de 2012

L'ultimo giorno felice di Oscar Wilde a Capri

- di Giuseppe Aprea


La spiaggia di Berneval è il dono d'amore della grande falesia all'oceano, suo sposo: con la forza lui la possiede tutte le notti, fin dai tempi dei tempi. Quelli di lì dicono che è la più bianca e soffice fra tutte quelle di Normandia. Forse è davvero così. Di sicuro, in quel giorno di maggio del 1897 in cui un misterioso forestiero ci mise piede, era molto più profonda di quanto non sia adesso. Perché l'onda da allora non ha mai smesso di portarsene via con sé un granello di sabbia dopo l'altro.
Di quell'uomo, ch'era alto e robusto come un antico vichingo, in principio si seppe soltanto ch'era uscito da pochi giorni dal carcere di Reading, che è sull'altra sponda dell'Atlantico, più giù di Londra.
E che una volta libero aveva attraversato la Manica su di una barcaccia senza nome fermandosi a Dieppe, in terra francese, ma solo per pochi giorni: non appena si era sparsa la voce della sua presenza, la comunità inglese di lì aveva cominciato a mugugnare e lui aveva deciso ch'era meglio andar via....
Perciò era venuto a Berneval: sperava che lì nessuno conoscesse la sua storia. Ed era per questo motivo che l'uomo, che aveva il volto scuro come una nuvola di tempesta, non aveva dato il suo vero nome, ch'era Oscar Wilde, al padrone della locanda accanto alla spiaggia, dove aveva preso alloggio per pochi soldi. Aveva detto di chiamarsi "Sebastian Melmoth", nome che puzzava di posticcio da lontano un miglio - lui lo sapeva bene - ma esprimeva esattamente il suo stato d'animo di quel momento.
Sebastiano era il martire cristiano penetrato dalle frecce lungo tutto il corpo, Melmoth il cavaliere errante di un'antica novella irlandese.
Tutto ciò che quell'infelice cavaliere cercava, nella quiete marina di quel paesello di Normandia, era soltanto scomparire. Svanire nel nulla. Trasformarsi in aria e disperdersi nell'odore di salsedine che profumava la falesia e le case bianche dei pescatori. E in tal modo essere dimenticato e dimenticare. Così, consapevole che la seconda parte del suo desiderio era l'unica a dipendere (anche) da lui, Oscar Wilde aveva imboccato quella strada faticosa che porta all'oblìo attraverso il ricordo e la sofferenza, e cominciato a scrivere i meravigliosi versi de "The Ballad of Reading gaol", la Ballata del carcere di Reading. Non vidi mai uomini tristi guardare / Con occhio altrettanto assorto / Quella piccola tenda di azzurro / Che noi prigionieri chiamavamo cielo, / E ogni lieta nuvola che passava / In tanta strana libertà. Due anni trascorsi a desiderare il cielo era stato il prezzo che l'Inghilterra gli aveva chiesto per espiare ciò che doveva essere espiato. Poiché, come egli stesso aveva scritto, "he who lives more lives than one / more deaths than one must die", colui che vive più di una vita /deve morire anche più d'una morte. Ora che aveva pagato, però, si aspettava in premio l'oblìo del mondo e degli uomini. E l'amore di Bosie, naturalmente.
Bosie, come gli amici chiamavano il giovane lord Alfred Douglas, era il suo amante fin dal principio degli anni Novanta, in cui Oscar Wilde era forse l'uomo più popolare del regno dopo la regina Vittoria: senza alcun dubbio tra i più ammirati ed invidiati. Era nato a Dublino nel 1854 e già giovanissimo, appena uscito con il massimo dei voti dal prestigioso Magdalen College di Oxford, si era rivelato al grande pubblico con una raccolta di poesie. Di lui colpivano già allora la verve irrefrenabile, l'amore per la bellezza e la cultura profonda: doti che ne facevano un brillantissimo, impagabile conversatore o, al contrario, un oppositore vivace e mai domo, di quelli cui basta uno spiraglio per infilarci dentro una lingua sferzante e impietosa. La statura, imponente, ma ancor più i capelli, che portava lunghi, e soprattutto gli abiti, di un'eleganza sempre inusuale e spesso invero del tutto fuori dall'ordinario, contribuivano inoltre a rendere la sua conoscenza un'esperienza assolutamente unica e indimenticabile per chi avesse la ventura di farla.
L'enorme successo e l'altrettanto grande scandalo suscitato dalla sua novella The picture of Dorian Gray la storia di un giovane cui viene concesso per magia di vivere tra vizi e dissolutezze, mentre i guasti fisici che ne derivano vengono registrati soltanto da un suo ritratto, in cui appunto il volto va coprendosi di terribili rughe giorno per giorno - avevano fatto di Wilde un autore ed un uomo famoso in tutta l'Europa. E dell'anno di quella improvvisa e prorompente notorietà, il 1891, il punto d'inizio tanto della sua fortuna di artista, quanto della sua tragedia di uomo.
Quando aveva conosciuto il giovane Alfred Douglas, innamorandosene perdutamente, Wilde era sposato con Constance Lloyd, la figlia di un avvocato irlandese che gli aveva dato due figli maschi, di nome Cyril e Vyvyan. Aveva già avuto, in passato, qualche avventura omosessuale, ma con Bosie, precoce e vivo talento di poeta uraniano, perduto però tra i marosi di un'anima ribelle e un po' violenta, si trattava di qualcosa di profondamente diverso. Soprattutto per lui, Oscar. Una passione travolgente, cui nessun essere umano avrebbe potuto opporre resistenza. Un amore tanto impetuoso da trascinare via con sé qualsiasi altro sentimento, da disintegrare ogni forma di pudore. Così dannatamente pieno di verità e così doloroso, da sembrare un amore eterno fin dal primo attimo.
Quando l'unione tra i due uomini era diventata cosa pubblica, la reazione che si era scatenata tutt'intorno era stata feroce. Il padre di Alfred, Lord John Sholto Douglas nono marchese di Queensberry, che già aveva in odio quel suo figlio "degenere", aveva immediatamente associato nello stesso sentimento anche il suo maturo amante e progettato di distruggerlo alimentando lo scandalo, anziché tentare di arginarlo. Così, non riuscendo ad incontrarsi faccia a faccia con Wilde, aveva progettato di insultarlo ed umiliarlo in pubblico la sera della prima della sua commedia "L'importanza di chiamarsi Ernesto", al St. James's Theatre di Londra. Ma non essendo riuscito neanche in questo proposito, aveva infine lasciato per lui, al club di cui entrambi erano soci, il ricercatissimo Albermarle, un biglietto personale. C'era scritto "A Oscar Wilde, che posa da sondomita ...": proprio così, con una enne clandestina e alquanto ridicola...!
Sarebbe bastato ignorarlo, quel biglietto ch'era uno schiaffo di sfida. Sarebbe bastato ridurlo in mille pezzi là per là, davanti a tutti. E farci su una risata, affogando il tutto sotto una cascata d'ironia. O quantomeno fingere indifferenza e prendere tempo, e con il tempo poi dimenticarlo, l'affronto di quel genitore bigotto e un po' patetico. E cancellare insieme a lui tutto quel mondo cinico e moralista che si agitava intorno. In fondo da dove comincia la vera trasgressio ne, se non dal sesso e dalle sue regole da sovvertire? E chi, se non lui, Oscar Wilde - l'esteta, il dandy, l'artista, l'anticonformista per investitura divina - poteva sperare di riuscirci?
Bosie decise invece che quello era il momento di chiudere i vecchi conti con un genitore che non aveva mai amato. Si convinse che citarlo in giudizio per calunnia e fargli rimangiare in pubblico quella sua arrogante intolleranza sarebbe stata la giusta vendetta. E alla fine convinse anche Wilde, che non seppe dirgli di no, spingendo il suo candore fino ad immaginare che l'avvocato del marchese di Queensberry, che aveva appreso essere Edward Carson, vecchio compagno di studi al college a Dublino, avrebbe sicuramente avuto una condotta amichevole nei suoi confronti ... Il processo era cominciato all'Old Bailey il 9 di marzo del 1895 e si può dire che fin dall'inizio si era intuito che le cose, per il giovane Douglas e per Wilde, si sarebbero messe male. Era apparso chiaro non appena si era cominciata a dispiegare la strategia di Carson (che naturalmente nulla aveva di amichevole) che passava attraverso tutta una serie di domande, sempre più allusive, poste al commediografo seduto sul banco dei testimoni.
"Ritenete voi possibile, signor Wilde, che qualcuno possa ritenere perverso il vostro romanzo 'Il ritratto di Dorian Gray'?" - aveva chiesto subdolamente Carson subito dopo le prime domande di rito. "Forse - aveva risposto l'interrogato, tra l'ingenuo e lo sprezzante - ma solo dai bruti e dagli ignoranti. Le opinioni dei filistei, mio caro, sono di una stupidità incommensurabile...!"
"E come sono da interpretare, secondo voi, frasi come 'le tue labbra di petalo di rosa rossa' o 'la tua flessuosa anima aurata', che leggiamo nelle vostre lettere, che tutte cominciano con le parole: 'Bosie, mio caro e meraviglioso ragazzo'?", aveva insistito l'avvocato, incalzando Wilde.
"Volete dirmi, di grazia, se questo è, a parer vostro, il genere di lettera che un uomo scrive ad un altro uomo ... signore?"
Era stato a quel punto, prima ancora che cominciasse la sfilata dei testimoni - prostituti frequentati in quegli anni da Oscar e Bosie e rintracciati dagli investigatori, ingaggiati a forza di sterline dal marchese - che il difensore di Wilde aveva consigliato al suo cliente di non presentarsi alla seconda udienza.
Così era stato. Ma in tal modo era riuscito a contenere l'umiliazione, non certo a cambiare il verdetto: non solo lord Queensberry, alla fine, era stato proclamato innocente dal reato di calunnia, ma il giudice supremo Collins aveva sentenziato pure che egli aveva avuto ragione a sollevare la questione. Proprio perché essa esulava dalla sfera privata e andava a riguardare il bene pubblico. I fatti richiedevano quindi un approfondimento ed un nuovo processo, aveva deciso. In esso Wilde, questa volta da imputato, avrebbe dovuto difendersi dall'accusa di essersi macchiato di gross indecency, di grave immoralità. In una parola: di omosessualità.
Era la fine. Malgrado gli amici più cari e la stessa moglie Constance lo implorassero di fuggire, di raggiungere Dover e imbarcarsi per la Francia, Oscar Wilde decise di affrontare anche questo giudizio. Il cui esito era già era scritto sulle acque grigie del Tamigi.
"What is the 'Love that dare not speak its name'?" gli chiese l'avvocato Gill, pubblico ministero di quel secondo processo, in una fase del controinterrogatorio, riferendosi al verso di una poesia che Bosie aveva scritto dedicandola al suo innamorato. In esso l'amore omosessuale era appunto "l'Amore che non osa pronunciare il proprio nome".
"L'amore, che non osa dire il suo nome in questo secolo, è il grande affetto di un uomo anziano nei confronti di un giovane - rispose Wilde con tono solenne e una punta di orgoglio, tra i risolini sarcastici e gli applausi di un pubblico diviso. - E' lo stesso che esisteva tra Davide e Gionata, e che Platone mise alla base della sua filosofia. Lo stesso che si trova nei sonetti di Shakespeare o nelle opere di Michelangelo...".
L'austero giudice Wills non conosceva i Dialoghi di Platone sull'Amore e l'Amicizia, o forse non ne ricordava più il significato: chiuse perciò il processo senza dubbi residui ed alcuna esitazione, condannando l'imputato a due anni di carcere duro. E a scanso di equivoci, mentre l'aula si riempiva degli schiamazzi degli spettatori, ora uniti nel grido "vergogna! vergogna!...", aggiunse che a suo parere la pena era inadeguata alle colpe odiose dell'imputato. Fu subito dopo queste sue parole che, vinto dalla disperazione, Oscar Wilde perse i sensi e fu portato via a braccia.
Quando ebbe scontata la condanna, e uscì infine dalle mura Reading, Wilde era un altro uomo. Grigio dentro, tremolante nell'incedere e nei gesti, con lo sguardo perso ed il volto pallido di un uomo che riemerge dalle macerie che l'hanno inghiottito durante un terremoto. Non aveva più nulla: né denaro, né più una famiglia, dal momento che sua moglie Constance aveva chiesto ed ottenuto perfino di mutare il suo cognome, e quello dei suoi figli, in Holland. Un solo desiderio gli era sopravvissuto nell'animo: rivedere Bosie che in tutti quei giorni e in tutte quelle notti disperatamente aveva invocato, senza che mai lui si fosse degnato di farsi vivo. E fuggire con lui non importa dove ... in qualunque luogo gli uomini gli avessero permesso di vivere. E così, dopo il periodo a Berneval e qualche mese trascorso a Parigi all'hotel Alsace di Rue de Beaux-Arts, Wilde e Douglas vennero in Italia, e a Napoli.
A metà ottobre 1897 giunsero a Capri per una gita che doveva durare tre giorni. L'idea - Oscar l'aveva anticipata al suo amico Reginald Turner, in una lettera - era quella di rendere omaggio a Tiberio deponendo un fiore sulla sua tomba, o almeno dedicandogli un pensiero: in fondo era a lui che si doveva quell'aura di libertà che soffiava sulle colline verdeggianti di quella bella isola!
Bosie sembrava particolarmente felice, il giorno che arrivarono: lui conosceva bene Capri, perché ci aveva trascorso due mesi dell'estate precedente in compagnia di Robert Ross, il suo amico Robbie, il quale tutti nel giro ne erano informati era stato il primo uomo con cui Wilde avesse avuto una relazione, anni prima. Ad ogni modo, Douglas e Ross avevano trovato alloggio al primo piano di Villa Federico, una delle poche case che allora costeggiava la via Pastena. Insieme avevano imparato ad amare l'isola pian piano, percorrendone le stradine, conoscendone gli abitanti e frequentandone i residenti stranieri, tra i quali molti erano quelli di origine anglosassone. Tra gli inglesi, i decani erano stati Henry Wreford, che per anni aveva raccontato ai lettori del Times delle imprese di Garibaldi, e George Sidney Clark, un medico capitato lì da Liverpool prima della metà dell'Ottocento. A quest'ultimo, che aveva avuto la straordinaria intuizione di un sanatorio, il Qui-si-sana, diventato pian piano uno degli alberghi più famosi del mondo, l'isola per gratitudine
aveva regalato da subito anche una bella sposa di nome Anna.
Nel tempo di cui parliamo, per l'appunto, il Quisisana era già un "Grandhôtel". Il suo proprietario, che era un self- made- man locale, tale Federico Serena, lo proclamava con fierezza nella scritta fatta imprimere sulla porta di cristallo che si apriva sulla hall. Il servizio era inappuntabile, la cucina internazionale. La sala da pranzo dell'albergo racchiudeva perciò uno straordinario caleidoscopio di profumi e di emozioni, in un inseguirsi vorticoso di comande e di inchini. Tra i commensali, seduti alle lunghe tavole, tutto era lusso e vanità.
Qua e là luccichìo di perle, scintillìo di sete, tintinnìo di calici preziosi.
Quando la sala era gremita, era del tutto impossibile mettere a fuoco anche uno soltanto di questi particolari; quando era vuota, invece, il soffitto arabescato attraeva gli occhi del visitatore attento. Subito dopo, però, ogni sguardo veniva inesorabilmente rapito dall'elegante arcata che tagliava in due l'ambiente: su di essa l'incontro solenne fra due cortei di grifi, creature per metà aquile col becco adunco e per metà leoni con le zampe artigliate.
Forse fu proprio quel frammento di mito la prima cosa che Oscar Wilde notò, entrando con Alfred Douglas nella sala da pranzo del Quisisana. Forse fu anche l'ultimo raggio di sole che lo scaldò, prima che le nuvole si addensassero sul suo capo e la tempesta si materializzasse improvvisa nella faccia scura per l'imbarazzo di Federico Serena, che veniva a chieder loro gentilmente di andar via. Molti dei commensali di quel giorno erano inglesi, disse, accarezzandosi nervoso i baffi ben curati. Clienti abituali, gente importante: principi, banchieri e dame d'alto rango che venivano in villeggiatura già da anni in albergo. Era accaduto che alcuni di essi - "un pò bigotti, ne convengo...", aveva aggiunto quasi a scusarsi - avevano riconosciuto i nuovi arrivati e si erano lamentati della loro presenza.
"Sapete, la vostra notorietà è tale che ... - il padrone di casa parlava abbassando gli occhi, sempre più incespicando nelle parole - il proce ... ehm.. insomma, la cosa... ha fatto un tale scalpore che ...". "Lor signori comprenderanno di certo la delicatezza della mia posizione...!", aveva infine tagliato corto Serena, accomiatandosi dai suoi ospiti con un inchino ed un rapido passo all'indietro.
Non è possibile esprimere con semplici parole il senso di desolazione che questa uscita di scena lasciò dietro di sé. Né il gelo, né il silenzio lacerante che accompagnò la fuga di Oscar e Bosie dalla sala da pranzo del Quisisana. Non è però difficile immaginare quali fossero i loro pensieri ed i loro discorsi mentre risalivano, senza una meta precisa, la via Hohenzollern ed i passi li conducessero fatalmente nella piccola piazza del paese.
Fu forse il fato, pentito di tanta crudeltà, a sospingere verso quello stesso luogo, in quello stesso tempo, uno degli spiriti più liberi che soggiornasse allora nell'isola. Era il dottor Axel Munthe, lo svedese proprietario della villa San Michele, ad Anacapri. Uno dei medici più apprezzati e più famosi del suo tempo, amico personale e forse molto di più della regina Vittoria di Svezia, ch'era anch'essa tra gli ospiti sedotti dall'isola. Munthe conosceva lord Douglas, e conosceva di fama anche sir William Wilde, il padre di Oscar, chirurgo personale della regina Vittoria d'Inghilterra. Incontrare ed invitare a pranzo i due viaggiatori inglesi nella sua meravigliosa casa affacciata sul golfo di Napoli fu una cosa sola.
"Ci hanno negato anche il pane ...", confidò in francese Wilde al suo generoso ospite, rivelandogli subito della bruciante umiliazione subita e di quella malinconia che non voleva saperne di lasciarlo. Più tardi, a tavola a San Michele di Anacapri, poche delle poche parole di quello svedese, che nascondeva gli occhi dietro spesse lenti oscurate, gli furono sufficienti per intuirne lo spessore. Ma soprattutto il commediografo avvertì intorno a lui - misteriosa, potente, purificante - l'energia che emanavano le vestigia del passato che illeggiadrivano quel luogo già incredibilmente suggestivo, sistemate qua e là.
Quell'incontro era destinato a rimanere uno dei pochissimi momenti di serenità nei poco più di mille giorni che costituirono la vita di Oscar Wilde dopo la fine della sua prigionia nel carcere di Reading.
"Bosie ed io abbiamo fatto colazione con il dottor Munthe, che ha una villa incantevole, ed è un grande conoscitore delle antichità greche scrisse a Robert Ross da villa Giudice a Posillipo - Lui ha una splendida personalità". E ancora, quello stesso martedì 19 ottobre 1897: "Bosie è a Capri. Io sono rientrato ieri, perché soffiava lo scirocco e pioveva. Lui è a cena da mrs. Snow".
Mrs Snow - sia detto per inciso - era una ricca americana che abitava all'ultimo piano della villa Ferraro, appunto in via Hohenzollern. La sua però è un'altra storia e nulla ha a che vedere con quella di Wilde. Che si avvia tragicamente al termine. Oscar Wilde morì a Parigi, povero e infelice, il 30 novembre del 1900, in una stanzetta di un albergo orribile dal nome squillante e fascinoso: l'Hotel des Beaux-Arts.
Aveva quarantasei anni.
Da allora riposa sotto i cipressi del cimitero di Père Lachaise, in compagnia di Proust, Molière e di tanti altri di cui oggi il mondo avrebbe un disperato bisogno. Chi voglia visitare il Père Lachaise accetti il consiglio di uscirne, alla fine del percorso, attraverso il cancello che si apre su Vue de Charente. C'è lì subito un primo, vicinissimo bistrot che qualcuno ha avuto l'eccellente idea di chiamare "La Renaissance", la rinascita. Già la speranza fa bene all'anima, ma dicono che si mangi anche bene....

Oh tempora, oh mores!

O tempora, o mores! es una locución latina que se puede traducir como ¡Oh tiempos!, ¡oh costumbres!.
La utilizó Marco Tulio Cicerón en su primera Catilinaria, Oratio in Catilinam Prima in Senatu Habita. En su discurso contra Catilina, quien había intentado asesinarlo, Cicerón deplora la perfidia y la corrupción de su tiempo. La frase se emplea, generalmente en tono jocoso, para criticar usos y costumbres del presente, recordando la época de las buenas costumbres.

lunes, 10 de septiembre de 2012

El 31 de agosto de 2012, murió papá

martes, 19 de junio de 2012

Tortilla de patatas

Señores distinguidos...

El muletón es una tela afelpada y gruesa confeccionada en algodón o lana que se coloca bajo el mantel.
Su función es la de proteger la mesa de golpes, evitar que los platos calientes dañen la madera y aumentar la sensación de confortabilidad durante la comida. También amortigua los ruidos que se puedan producir con la vajilla, evita que el mantel resbale y absorbe los líquidos derramados.
El muletón se coloca ajustado a la superficie de la mesa y sujetado a la misma con cintas o gomas. No debe ser mayor que el tamaño del mantel ni tampoco excesivamente grueso. Su uso se considera imprescindible cuando el mantel es calado para impedir que se vea la mesa.

Hoy llega a Sevilla F., pasará unos días en casa por un Congreso en el que es ponente y su intención es irse el viernes 22 de junio. No es que me importe cuándo se va pero debo empezar a utilizar este tipo de recursos si no quiero que mis recuerdos sean como un agujero negro. Nos comentó a través de un correo lo complicado que le está resultando todo desde su ruptura con J.y cómo ha hecho unas obras en casa con la intención de alquilar ¿?¿?¿?. Ya nos contará. Pobre. No quiero ni pensar en verme algún día en una situación similar. Me resulta tan extraño imaginar mi vida sin Rubén.

Anoche preparé la primera tortilla de patatas de mi vida, con pimientos y cebolla. Me pasé con la sal pero me gustó muchísimo la textura de todos los ingredientes, sobre todo de la patata, tierna pero tostada y el huevo sin cuajar demasiado.  Rubén le dio la vuelta a la segunda tortilla porque con la primera no tuve mucha maña.

Ayer no fui al gimnasio por pereza. Mi mente perversa sigue obteniendo pequeñas victorias pero la batalla la venceré yo.

Llevo días escuchando esta canción tan maravillosa: Dame estrellas o limones, de Family. No sabía que la habían producido Fangoria de sus tiempos en Vulcano. Adoro a Alaska. 

Rubén acaba de llamar para avisar que ya viene a por mi.....y yo me abandono ciegamente a sus deseos. 

Muchos besos, hijos queridos.

jueves, 23 de febrero de 2012

Pardonnez-moi, la vie m'est insupportable


O tempora, o mores!
Ayer los cristianos católicos celebraban el inicio de lo que llaman cuaresma con uno de los ritos que a mi más me divertían cuando estaba con mis patéticos curas: la imposición de la ceniza. Recuerdo cuando cada año entrábamos a la iglesia Nuestra Señora de Gracia, a escasos metros de nuestro colegio, libremente _"porque aquí venís porque queréis", nos decían...._ a la misa de rigor, a presentarnos no ante Dios, sino ante ellos, los que llevan profanando su nombre 2012 años. Me encantaba estar allí, me gustaba el ligero olor a incienso, a la cera de los cirios, a la madera de los bancos. Qué paz me abrigaba dentro de aquél espacio, aquella atmósfera de respeto, de tradición, de arte, pero también de disciplina, de reglas, protocolo; aquel espacio tenuemente iluminado, casi oscuro en el que siempre había viejas de las que sólo veíamos sus espaldas.
Disfrutaba cuando, marcialmente, avanzábamos por la nave central hacia el crucero, dónde nos esperaba D. Santiago en las escaleras, de espaldas al altar para imponernos la ceniza: no sois nada, sois menos que nada, sois una mierda. Gracias por recordárnoslo cada día. Pero nuestros curas eran modernos, habían abrazado con euforia los principios del concilio Vaticano II y en lugar del demoledor "Pulvis es et in pulverem reverteris"mientras nos santiguaban la frente con polvo, sólo oíamos "conviértete y cree en el Evangelio"... qué cosa tan pedagógica, tan carente de dramatismo. ¿Conviértete? ¿pero yo antes practicaba algún otro rito? ¿acaso fui calvinista en párvulos?¿los que vivíamos en camino de Ronda éramos indios por evangelizar?. Qué poca fuerza en esas palabras. Por culpa de cosas así tenemos ahora templos que parecen garajes y yo abandoné la iglesia, entre otras cosas porque comencé a celebrarme a mi mismo, "I celebrate myself".

Pues mientras algunos acudían ayer a sus templos yo escuchaba a Dalida porque ella sí que era teatro, dramatismo...polvo a pesar de la devoción que su voz provocaba en el mundo. Dalida se suicidó el 3 de mayo de 1987, en la soledad de su maravillosa casa en Montmartre. Junto a su cuerpo se encontró una nota de despedida: Pardonnez-moi, la vie m'est insupportable.
Avec le temps



miércoles, 22 de febrero de 2012

Una puta entre rastrojos


En el trabajo hemos nos hemos mudado de sede, abandonamos hace ya casi un mes la anterior y nos hemos trasladado al desierto, a un erial sin sector servicios alrededor. No tenemos bancos, no tenemos fruterías, no tenemos carnicerías, no tenemos zapateros, no tenemos supermercados, no tenemos tintorerías, no tenemos nada de lo que anteriormente disfrutábamos en un radio de cincuenta metros, eso sí, tenemos fotocopiadoras a tutiplen.
El edificio es precioso, de principios del siglo pasado, un capricho colonial en el que hemos asentado nuestros reales. Ahora sí que somos una gran empresa en la que apenas hay contacto con los compañeros, salvo con los que compartes despacho, que esa es otra, que por problemas de espacio me han ubicado en un departamento ajeno al mío.....una puta entre rastrojos. Me consuelo pensando en que las funciones de mi trabajo afectan horizontalmente a todos los departamentos de esta empresa. Durante las dos primeras semanas nuestro zona no tuvo calefacción por problemas con la instalación, justo en plena ola de frío siberiano. Fue horrible, toda la mañana con los pies congelados por mucho calcetín que me pusiese.

Rubén y yo estamos pasando un invierno horrible. Desde que estamos en Sevilla no hemos sentido tanto frío como este año. Hace tres semanas estuve cinco días en cama por culpa de una gripe y desde entonces sigo tosiendo; Rubén cayó una semana después, pero con unos síntomas más livianos que sólo lo tuvieron convaleciente tres días y esta semana hemos sufrido los dos lo que pensamos que ha podido ser un virus intestinal que nos ha dejado fuera de juego dos días, a dieta blanda y Motilium.
Desde que empezaron estas plagas abandoné _ no sé si es la palabra más exacta teniendo en cuenta que sólo llevaba tres semanas_ el gimnasio, con lo que me costó arrancar, con la disciplina que necesitaba para ir a diario. Antes de ayer volví después de esos días de retiro forzado pero el virus pateó con fuerza mi estómago y tuve que volver corriendo a casa temiendo una vomitera en plena sala de musculación acompañada de diarrea porque observo, de un tiempo a esta parte, que cuando me entran náuseas se me relajan los esfínteres....estas cosas son las que me recuerdan el motivo por el que debo volver al gimnasio.