O tempora, o mores!
Ayer los cristianos católicos celebraban el inicio de lo que llaman cuaresma con uno de los ritos que a mi más me divertían cuando estaba con mis patéticos curas: la imposición de la ceniza. Recuerdo cuando cada año entrábamos a la iglesia Nuestra Señora de Gracia, a escasos metros de nuestro colegio, libremente _"porque aquí venís porque queréis", nos decían...._ a la misa de rigor, a presentarnos no ante Dios, sino ante ellos, los que llevan profanando su nombre 2012 años. Me encantaba estar allí, me gustaba el ligero olor a incienso, a la cera de los cirios, a la madera de los bancos. Qué paz me abrigaba dentro de aquél espacio, aquella atmósfera de respeto, de tradición, de arte, pero también de disciplina, de reglas, protocolo; aquel espacio tenuemente iluminado, casi oscuro en el que siempre había viejas de las que sólo veíamos sus espaldas.
Disfrutaba cuando, marcialmente, avanzábamos por la nave central hacia el crucero, dónde nos esperaba D. Santiago en las escaleras, de espaldas al altar para imponernos la ceniza: no sois nada, sois menos que nada, sois una mierda. Gracias por recordárnoslo cada día. Pero nuestros curas eran modernos, habían abrazado con euforia los principios del concilio Vaticano II y en lugar del demoledor "Pulvis es et in pulverem reverteris"mientras nos santiguaban la frente con polvo, sólo oíamos "conviértete y cree en el Evangelio"... qué cosa tan pedagógica, tan carente de dramatismo. ¿Conviértete? ¿pero yo antes practicaba algún otro rito? ¿acaso fui calvinista en párvulos?¿los que vivíamos en camino de Ronda éramos indios por evangelizar?. Qué poca fuerza en esas palabras. Por culpa de cosas así tenemos ahora templos que parecen garajes y yo abandoné la iglesia, entre otras cosas porque comencé a celebrarme a mi mismo, "I celebrate myself".
Pues mientras algunos acudían ayer a sus templos yo escuchaba a Dalida porque ella sí que era teatro, dramatismo...polvo a pesar de la devoción que su voz provocaba en el mundo. Dalida se suicidó el 3 de mayo de 1987, en la soledad de su maravillosa casa en Montmartre. Junto a su cuerpo se encontró una nota de despedida: Pardonnez-moi, la vie m'est insupportable.
Ayer los cristianos católicos celebraban el inicio de lo que llaman cuaresma con uno de los ritos que a mi más me divertían cuando estaba con mis patéticos curas: la imposición de la ceniza. Recuerdo cuando cada año entrábamos a la iglesia Nuestra Señora de Gracia, a escasos metros de nuestro colegio, libremente _"porque aquí venís porque queréis", nos decían...._ a la misa de rigor, a presentarnos no ante Dios, sino ante ellos, los que llevan profanando su nombre 2012 años. Me encantaba estar allí, me gustaba el ligero olor a incienso, a la cera de los cirios, a la madera de los bancos. Qué paz me abrigaba dentro de aquél espacio, aquella atmósfera de respeto, de tradición, de arte, pero también de disciplina, de reglas, protocolo; aquel espacio tenuemente iluminado, casi oscuro en el que siempre había viejas de las que sólo veíamos sus espaldas.
Disfrutaba cuando, marcialmente, avanzábamos por la nave central hacia el crucero, dónde nos esperaba D. Santiago en las escaleras, de espaldas al altar para imponernos la ceniza: no sois nada, sois menos que nada, sois una mierda. Gracias por recordárnoslo cada día. Pero nuestros curas eran modernos, habían abrazado con euforia los principios del concilio Vaticano II y en lugar del demoledor "Pulvis es et in pulverem reverteris"mientras nos santiguaban la frente con polvo, sólo oíamos "conviértete y cree en el Evangelio"... qué cosa tan pedagógica, tan carente de dramatismo. ¿Conviértete? ¿pero yo antes practicaba algún otro rito? ¿acaso fui calvinista en párvulos?¿los que vivíamos en camino de Ronda éramos indios por evangelizar?. Qué poca fuerza en esas palabras. Por culpa de cosas así tenemos ahora templos que parecen garajes y yo abandoné la iglesia, entre otras cosas porque comencé a celebrarme a mi mismo, "I celebrate myself".
Pues mientras algunos acudían ayer a sus templos yo escuchaba a Dalida porque ella sí que era teatro, dramatismo...polvo a pesar de la devoción que su voz provocaba en el mundo. Dalida se suicidó el 3 de mayo de 1987, en la soledad de su maravillosa casa en Montmartre. Junto a su cuerpo se encontró una nota de despedida: Pardonnez-moi, la vie m'est insupportable.
Avec le temps